
Quien se siente descubierto
ahí, sin sus velos y carismas
tiende a huir,
como quien se mira una vieja cicatriz
y se la tapa con la mano para que nadie más la vea
Luego:
se tapa un ojo con esa misma mano
disimuladamente rascando su entrecejo
o toca con sus dedos apresuradamente
alrededor de su boca
como quien pretende
así limpiar
la mentira.
Pasa esto: en la escena, quien descubre
simplemente pretende que el descubierto entienda
que todos tenemos cicatrices
pero sin sus velos huye, y no se percata
de quien le muestra con humildad
sus marcas en la piel.
El contexto es un “perdidos en un laberinto”
Y por desgracia, a quienes conseguimos entre los pasillos aturdidos en delirios y de pisadas marcadas en el suelo
le tapamos nuestra vista consumidos por el cansancio;
hacemos caso omiso a las señales que hacen de jeroglífico entre las paredes de roca
mero cristal rutilado que nos dicen
mira con los ojos
Toca con las manos.
Cargamos un pulpo con el hombro
Su tinta nos identifica
Sus manchas, indudablemente, lo identifican
¿En cual hombro?
- Si respiras, seguro lo verás.
Ahora, quien se descubre
ahí, sin sus peros, ni justificaciones
no tiende a huir, más bien
se contempla, se encuentra
Pero…
¿Quien le va a temer a su propia sombra?
© José Ángel Corona