Candelaria
siempre fue así: particular. Cuando era niña jugaba en el río con sus amigos los
rubios -les decía ella. No eran más que libélulas que siempre la sacaban a
volar por ahí. Y cuando Candelaria toda emocionada, ennoblecida, contaba sus
aventuras, ninguno le creía (Para aquel entonces, nadie volaba con las
libélulas)
Ella era una niña muy particular.
Ella era una niña muy particular.
De
joven se la pasaba todo el día hablando con la gente. Siempre se interesó en
escuchar; que le contaran sus historias. Pero, cuando ella contaba las suyas la gente se reía y pensaban que estaba loca.
Nunca tuvo novio: puede que los chicos le tuvieran un poco de miedo, pues ella siempre les decía que “¡Cuidado! Tienes un bicho raro en tu espalda”, y lo decía en serio (Verdad que sí) pero para ese entonces nadie sabía que existían esos bichos y los chicos nunca la entendieron.
Nunca tuvo novio: puede que los chicos le tuvieran un poco de miedo, pues ella siempre les decía que “¡Cuidado! Tienes un bicho raro en tu espalda”, y lo decía en serio (Verdad que sí) pero para ese entonces nadie sabía que existían esos bichos y los chicos nunca la entendieron.
Ahora,
Candelaria es conductora de un programa de entrevistas por televisión. La
semana pasada su invitada especial era una domadora de leones que decía que “la
única forma de que un león te entienda, es hablándole con las manos, porque (y
esto todo el mundo lo sabe) los leones son sordos, por eso rugen; porque no se
escuchan”. Candelaria asentía con la cabeza mientras, con esa fascinación de
conductora de programa de entrevistas por televisión, mostraba una gran sonrisa
a su entrevistada, y la gente, conmocionada, enaltecida, aplaudían como locos
al final de su programa.
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