Alegría la añoranza y aún
esta ilusión que me entristece:
Tus ojos, un refugio
donde mi mirada peregrina
anhela descansar. Entrar una noche
y encender desde esa noche
un fuego que caliente
a estas almas sin cobijo.
Entrar, conocer de tu calma sus paredes
heladas por el tiempo.
¿Qué otro penitente te encontró?
¿Por cuánto tiempo tu lar alimentó?
Al menos leña, digo
¿Habrá dejado un poco?
¿Habrá sacudido el polvo
de tanta ausencia?
¿Podré yo
dormir dentro tuyo; hacerte la cena?
Airear esas sombras
de tu lumbre
a medio quemar.
En tu mirada
consigo propósito:
Un huérfano que ve desde la noche
afuera en la noche
una ventana de una casa
con una familia adentro.