sería como
que si una mujer que no tiene hijos
adopte uno
y le llame Consuelo.
Pero el hijo crece
y resulta ser todo lo contrario:
entonces la madre, lo mata.
— Ya no tengo hijo –dice la madre. Se fue.
Y luego se casa con un tipo sin bolas
y son felices para siempre.
Si no, pues,
fuese como que si uno es
un prolijo escritor (imagínese) Entonces:
uno escribe de una forma hasta cierto punto enfermiza
y eufóricamente apasionada
y listo, uno escribió una cosa grandiosa:
Ahí, al rato cuando lees un libro de otra gente,
te das cuenta:
esa idea, pues, la genial idea que duro un mes en ser generada,
ya otro lo hizo hace treinta años atrás; porque sentimos lo mismo,
porque, bueno, las piedras siguen narrando las historia del mundo
y uno sigue pensando que todo ya está resuelto.
¿Qué cosa?
¡Gran cosa! Por Dios…
Y te pones a escribir sobre otro asunto.
Si no, sería la uña que crece
sobre la piel mal cortada: Pulula infección
y el rojo ya se asoma entre la carne podrida
como bocas sangrientas
(la ampicilina sería el socorro a tal infortunio)
Sería como el humo que dilata
los sentidos, este perpetuo socorro.
Sería la culpa
que siempre te recuerda que todo
absolutamente todo, va mal
y te distrae en otras cosas
de aparente importancia.
Serían las malas decisiones.
Es la trampa
que nos embauca con caminos más cortos.
Nunca hay tiempo. Y cuanto apuro, ¿no? nunca hay tiempo:
Igual, al final, uno se termina muriendo.
¿Y luego qué? ¿otra vida?
— Ni pudimos con una.
¿Y mañana?
Mañana seguro te veo, otra vez nos veremos
e inevitablemente caeremos en lo mismo:
que si tú, que si yo, que si nosotros no y ese trágico ya basta
(cómo nos encanta el trágico ya basta)
dándole ese último compás de sátira masoquista
a todo esto.